miércoles, 6 de abril de 2011

Fábula sobre arte urbano: ventanas de denuncia

La ciudad de Londres en particular, y el Sur de Inglaterra en general, son considerados de todo el Reino Unido como las zonas apoderadas, habiendo lo que se denomina como cleavage o frontera de división, en este caso económica, entre Norte y Sur del país, división que encuentra sus causas más remotas en el propio origen aristocrático de su sociedad. Así pues, mientras que a rasgos generales el sur-este británico cuenta con las clases bien estantes del país, las naciones constituyentes de Irlanda del Norte, Gales y Escocia se caracterizan por unas rendas comparativamente menores. Aún así, no cabe caer en el cliché, pues en el mismo Sur también se reproduce ese mimetismo de pobreza, habiendo en Londres barrios deprimidos como Brixton, Clapham, Gipsy Hill, South Lambeth, Streatham, West Norwood o Herne Hill, por citar algunos.

En las grandes ciudades, no obstante, lo multicultural puede caer en un discurso maniqueo, aparecer como atractivo al instante, sin que pensemos en las consecuencias y conflictividades potenciales que acarrea y que frecuentemente quedan irresolutas. Por otra parte, el lujo, el glamour y fiestas de la city empañan con frecuencia una realidad mucho más degradada económica, social e incluso ecológicamente de lo que superficialmente percibimos. En este sentido, destaca que algunos se atrevan a denunciar de manera anónima y silenciosa aquello que muchos no pueden o no desean ver.

Es el caso de Bansky, artista anónimo británico, quien nos abre una alternativa surgida desde la boca del lobo: el mismo entorno degradado ofrece una oportunidad, abre una ventana al vanguardismo a la par que a la protesta. De discurso ecologista, anticapitalista, desafiando convenciones morales y sociales, ofrece la reinvención de la ciudad como polis donde compartir las ideas con tal explicidad que explotan delante de los ojos de sus ciudadanos, acaparan muros, paredes, edificios enteros.

La problemática de la vivienda y la existencia de barrios con construcciones y barracones precarios se nos descubre desde su mismo corazón. No cabe replicar aquello denunciable para la protesta: basta con atraer la atención del ciudadano hacia un situación que es real, manipulable, y por tanto, mejorable.




Hasta el mismo centro financiero de Londres, la city, deviene el escenario donde denunciar, en el contexto de una crisis financiera sin precedentes desde los años treinta del pasado siglo, las consecuencias que ésta conlleva. Un can cuyos orines descienden vertiginosamente (un ritmo trepidante tan sólo comparable a la recesión económica), o las luces y sombras que la palabra interest arroja en un contexto tal son ejemplos de ello.



Incluso un tema polémico como pueda ser la multiculturalidad arrolladora de la ciudad, que ha engendrado otros tantos conflictos entorno al rico colectivo inmigrante (fundamentalmente proveniente de las antiguas colonias británicas como Pakistán o India), es denunciado con tal impacto que deviene advertencia para el ciudadano: tome usted conciencia sobre lo fácil y al mismo tiempo peligroso del discurso de limpieza étnica frecuentemente esgrimido.


Los muros devienen meros portadores de información, sus personajes son silenciosos reclamos que señalan hacia la raíz del problema. La interacción deviene el siguiente paso necesario: todo ciudadano (entendiéndolo como portador de virtud cívica) que perciba el mensaje, se ve empujado a transformar la realidad. La propia denuncia del graffiti empuja, da conciencia al habitante de la polis de su agencia transformadora, tanto en lo económico, lo político o incluso lo ecológico.


Sus graffiti aprovechan tanto la receptividad que del vanguardismo ofrece la propia ciudad desde hace un tiempo (siendo centro receptor de la diáspora europea de  ilustradores, diseñadores gráficos o grupos musicales trasladados) como la propia fisonomía de sus calles. De hecho, así se explica que áreas como Docklands o la rivera sur del Támesis se hayan transformado en centros emergentes culturalmente, siendo originalmente barrios degradados de la capital británica. No obstante, más allá del propio núcleo de atracción cultural que pueda generar, este arte urbano, mural y con mensaje nos abre una ventana, un señal luminoso que nos llama a actuar, a ser conscientes de hacia donde deriva nuestra polis y cómo remediarlo.


Para navegar un poco más por sus muros: http://www.banksy.co.uk/outdoors/outusa/horizontal_1.htm

1 comentario:

  1. Me encantaría buscar lo mismo en España... sería bueno animar a enviar o recopilar fotos del arte urbano protesta.
    Monta una espacio en Picassa para que podamos subir fotos de arte callejero y no tan callejero que tenga ideología.

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