sábado, 2 de abril de 2011

Primera Fábula: 1984

El 22 de enero de 1984 irrumpió en la pausa de la Super Bowl un anuncio que sorprendió a muchos, y que provocó que al día siguiente los raros fueran aquellos que no lo comentaran. Un anuncio ni mas ni menos dirigido por Ridley Scott, que nos hacía recordar que aquel 1984 donde la guerra es paz, la libertad esclavitud y la ignorancia fuerza probablemente ya estaba a las puertas. Multitudes harapientas desfilaban hacia una austera sala donde sentarse y escuchar cada día durante dos minutos de odio las jocosas frases previamente ensambladas por un régimen totalitario.


                                                                       ‘Apple’s First Commercial (1984)’ 

En este caso Mac apostó por lo rompedor del momento y por la propia oportunidad que el juego de números y fechas permitía. Aún así, para el propio espectador se hace demasiado obvio, una vez pasada la novedad del spot, el trato que de Mac se hace como innovador y salvador del ‘Orden de la Purificación de la Información’ tal y como reza la voz en off.

Un anuncio de contenido tan impactante era difícil que no fuera reaprovechado, más tarde que pronto, con fines políticos. He aquí el uso que le dio un simpatizante de B. Obama,  durante las Primarias demócratas del 2008:

                                                                                   ‘Vote Different (2008)’

Sin duda, los contenciosos intra-partidistas que nos ofrecen las primarias norte-americanas son pura política, en el sentido que el Maquiavelo republicano de Los Discursos le da: conflicto y violencia, en la pluralidad, como elementos intrínsecos a la política. En este sentido, el creador del anuncio (trabajador en una compañía de estrategia democrática vía-Internet, contratada por Obama), no dudó en tratar a la candidata rival, ni más ni menos, a nivel del dictador de Orwell.  La democratización que supone es interesante, pues el vídeo venía desde abajo, y se hizo patente como un solo ciudadano realmente puede incidir en el proceso democrático.

Ahora bien, siguiendo el argumento al pie de la letra, hay quienes podemos llegar a sospechar que dicho anuncio sea tan abiertamente anti-Hillary como a primera vista pudiera parecer. Se podría identificar, en una lectura atenta de Orwell, a Hillary con Emmanuel Goldstein, héroe opositor demonizado por el régimen. Su figura es la que aparece en los Dos Minutos de Odio, en plena pantalla ante las atentas miradas de unos súbditos sumisos que acabaran enloqueciendo de rabia. Mediante las críticas que Goldstein realiza, el régimen autoritario busca reafirmar su apego entre la población. Ante la evidencia literaria, sumándole a unos soundbites de Hillary que invitan al diálogo más que al discurso totalitario (‘I don’t want people who agree with me’, ‘this is our conversation’, ‘I hope to keep this conversation going’), hay críticos que defienden que el anuncio no pretendía sino alertar como la carrera a las primarias se había convertido en aquel entonces en una guerra mediática, más que un espacio donde argumentar, discutir e intercambiar ideas dentro del partido. En cualquier caso, aunque impactante en un primer momento (¿quién se acuerda de los ochenta?), la lectura del anuncio re-ensamblado es equívoca a la par que desafortunada.

Un hilo argumental de este tipo, pero, no termina aquí. Mucho más sutil ha sido la reciente réplica de Motorola,  y es que más difícil es entender que la historia del Gran Hermano es una historia de amor; en este sentido no es casual el final que Orwell le da: hasta el súbdito crítico como Wilson, como todos, acaba amando al Gran Hermano sobre cualquier otra cosa o persona.

                                                               Motorola, ‘Empower the People (2011)’ 

Tal vez el anuncio de Motorola sea el que capta el elemento más sentido por Orwell, y del mismo  modo lo plasma de manera mucho menos tremendista que en las anteriores versiones. Es fácil quedarse con el mensaje autoritario, incluso esperpéntico de la sociedad presentada por Orwell. Un Leviatán que hace que la vida sea solitaria, pobre, malévola, embrutecida y corta. Un Leviatán que destruye todo pasado con el que uno pudiera identificarse de manera particular y sentida, un Estado totalitario que idea una nueva lengua, una nueva Historia e incluso una nueva manera de entender las relaciones humanas caracterizada, precisamente, por la deshumanización. Afloran nuevos delitos como el crimen de pensamiento, y escribir un diario privado de reflexiones críticas (como podría ser hoy en día este blog), conlleva un riesgo mucho mayor que el de quitarle la vida a un hombre.

Ante 1984 se nos despliega un espectáculo de ingeniería autoritaria que hasta cierto punto despierta nuestra curiosidad, a la vez que nos resulta un tanto inquietante. Un Gran Hermano que controlaba hasta el último resquicio de la sociedad, hasta incluso producir la propia pornografía que sus ciudadanos deberían consumir, y obstaculizando cualquier contacto entre las mujeres y hombres que formaban parte de él. En este contexto, la máxima trasgresión política de Wilson es amar a una mujer del partido, como él, iniciándose su rebelión en el mismo punto en que se fija en ella.

Ridley Scott encaró el gran hermano desde la superficie: sumisión, enajenación, autoritarismo y finalmente la rebelión de un individuo (porqué no decirlo: una atleta que, sinceramente, ni encaja con la estética del libro ni tampoco con la del anuncio, mucho más parca que otras versiones; podríamos decir, puro artificio yanqui inserido en el contexto de la Super Bowl). La versión para las primarias demócratas, partiendo de la misma versión de Scott, aborda el Gran Hermano desde las tripas políticas. Aquí ya no importa lo despreciable de la vida del súbdito: aquí el foco cambia al Gran Hermano. La voz, cara y discurso de Hillary Clinton impactan en el espectador: ‘We shall prevail’. Es Motorola pero quien capta el verdadero sentido del 1984 de Orwell: la historia de 1984 es una historia de amor, entendiéndose el amor, siempre, como acto de rebelión política.


Post.scriptum (o la guinda): Si han leído 1984 los directivos publicitarios de Motorola, ¿ya saben que es el Gran Hermano quien acaba triunfando?

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