lunes, 11 de abril de 2011

Inside Job: Fábula sobre el Rendimiento de cuentas

Para qué hacer ficción cuando la realidad puede resultar más aterradora, una vez desenmarañada? Cuando uno termina de ver Inside Job, Oscar al mejor documental de la edición 2011, queda hasta tal punto noqueado, paralizado, que desearía que realmente fuera ficción.  El film de Charles H. Ferguson deja un claro mensaje, tras un loable esfuerzo de documentación, divulgativo y sintético: los culpables tienen nombres y apellidos. Más allá de ello, (man)tienen fortunas, cargos políticos y empresariales. Gozan de unos enormes beneficios privados, a un gran coste social y público. La advertencia no es banal: todavía impunes, depende de los ciudadanos que todo continúe como si nada hubiera pasado. Más allá de la mera explicación, el documental pretende apoderar a los ciudadanos, hacerles recordar que, aunque el 70% de norteamericanos considera que el Congreso representa intereses económicos y lobbyísticos, no debiera ser así. Hacer política está en sus manos, depende de ustedes.

Con un hilo conductor histórico empezado des de la Gran Depresión, el film nos da un amarre a través del cual conseguir navegar, sin naufragar, en el mar de conceptos económicos (CDO’s, CDS’s, prestamistas, seguros, comisiones legislativas…). Cabe criticar pero, que aunque la intención principal del film es apuntar las efigies principales de los causantes de la crisis global actual, el espectador puede acabar saturado de imágenes y personajes hasta tal punto de conseguir todo lo contrario. La responsabilidad es difusa, y distintas esferas sociales se hayan imbricadas en la carga de la culpa (rápidamente identificables: la política, la financiera y preocupantemente, la académica). Es por ello que el film fracasa en el que quizás es su elemento esencial: buscar un símbolo, una imagen, con el que identificar la culpa.

El mensaje pero parece ir más allá. Con picardía, Ferguson nos muestra ante cámara las debilidades de muchos de los implicados de mundo financiero, académico y político. Y este es uno de los detalles más interesantes del film. Ejecutivos y profesores de universidades de renombre quedan desarmados ante la exposición de hechos y datos. Su nerviosismo, cambios en el semblante y actitud arrogante y defensiva no escapan al espectador. Tampoco escapan sus conductas en la vida privada, para el público europeo relativamente reprobables, pero totalmente condenables para una cultura como la norteamericana, basada en el puritanismo en la esfera de lo público. Y si no, hagan memoria: el caso Lewinsky y otros escándalos sexuales similares costaron la carrera política a notables senadores, congresistas e incluso un Presidente.

El dedo en la llaga: ‘Señores, no se engañen. La crisis no es tan sólo económica’. Si algo nos muestra el documental de Ferguson con gran valentía es que los culpables de la crisis son falibles, humanos. De hecho, de ahí el error, ¿no es así?. Los verdaderos culpables no son quimeras desconocidas, ámbitos metafísicos incomprensibles para el ciudadano corriente, ‘las presiones de los mercados internacionales’, como muchos gustan decir, como si fuera algo incontrolable. Es un mal más cercano, pero no por ello menor: dichos personajes prefirieron beneficiarse de un sistema de incentivos perverso que conllevaría a su eventual colapso, antes que frenar a tiempo. Se nos plantea una cuestión de naturaleza política del hombre: ¿somos realmente avariciosos por naturaleza?, ¿hasta tal punto seríamos capaces nosotros también de caer en dicho sistema perverso?. Quizás de ahí el efecto de shock que el film causa: ésta ha sido una crisis causada por el ser humano. Nosotros ante el espejo.

En suma, el balance es positivo. El documental, aunque denso en cuanto a información, consigue que el espectador piense, se pregunte, no acepte del discurso preponderante hasta el momento y se predisponga, con actitud crítica, a actuar. Enhorabuena, señor Ferguson: hay vida más allá de Michael Moore.

El tráiler para aquellos que todavía no sepáis del documental:
 

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